* Publicado en REVISTA Wilhemina: INVIERNO/PRE-PRIMAVERA 2011: I Am A Woman Issue
“Black bodies swinging in the southern breeze,
Strange fruit hanging from the poplar trees.”
Se camina sobre tierras fértiles, fecundadas con la sangre y el sudor que extirpa la punta del látigo. Se avistan grandes y fragmentadas casas señoriales, fantasmas de una sociedad elegante y orgullosa que forjó su riqueza a punta de la explotación de esta misma tierra. Pero si uno orienta la mirada al antiguo y majestuoso árbol que tan bien representa la galanura de esta sociedad, verá colgando de él unas frutas grandes y extrañas: cuerpos de los otrora esclavos afro-americanos, colgados ahí por sus otrora maestros blancos.
En 1939, Billie Holiday interpretó esta canción por primera vez en el Café Society Club de Manhattan. Los meseros se habían quedado firmes en sus posiciones y las luces habían sido apagadas, salvo un reflector apuntando directamente al escenario. El público estaba enmudecido y escalofriado con la voz hermosamente inquietante de Billie Holiday; voz que lloraba desde lo más profundo de una vida colmada por relaciones abusivas, depresiones y drogadicción. Al terminar la canción y retirarse su intérprete sin decir una palabra, solo se oyó un aplauso nervioso, seguido por una creciente ensordecedora, la cual terminó de forjar el futuro de una de las intérpretes de Jazz más importantes y significativas de la historia.
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